martes, 19 de octubre de 2010

De panchitos y moros.

Hace escasos días debatía en FaceBook con un par de amigos sobre el auge de la extrema derecha...y me hizo pensar un poco lo que está sucediendo.
Cómo es posible que en sociedades avanzadas, industrializadas, con un nivel alto educativo, existiesen los extremismos.
Llevo semanas leyendo noticias sobre debates en diferentes naciones de esos países del primer mundo, donde por ejemplo, en EEUU está avanzando como la espuma el Tea Party, que es el ala derecha de la derecha republicana americana, haciéndose con alcaldías, congresistas y senadores por todo el país. Meses atrás con actos como el predicador que quería quemar Coranes, fue portada y debate mundial. Semanas atrás, la visita de un político de extrema derecha nórdico tachaba de liberal a Merkel a favor de los inmigrantes y en respuesta, Merkel arremete contra los turcos, como inadaptados y queriendo aprobar leyes mucho más restrictivas contra la inmigración; Hace escasos meses, Berlusconi aprobaba expulsiones masivas, que ahora Sarkoshy renueva con la expulsión de los gitanos rumanos.
Aquí no nos quedamos atrás: la puesta en escena de las elecciones catalanas es todo un espectáculo de críticas y ataques a inmigrantes por parte del PP catalán y sobre todo de un nuevo partido local liderado por Josep Anglada en su nueva cruzada contra el Islam. El PP catalán se escora a la derecha para que los extremistas no les roben votos y se dan cuenta de que eso no solo no les quita votos sino que atrae muchos más, por lo que Rajoy se plantea incorporarlo a su propia campaña nacional.

Y la razón...pues creo que es clara: la ignorancia en primer lugar, y en segundo la crisis económica. Cuantas veces he oído que por culpa de los inmigrantes me he quedado sin empleo, es que vienen a quitarnos el trabajo, a gastar más en la seguridad social, a cobrar el paro, a hacer chapuzas a menores precios...
Parte pueden ser realidades percibidas...pero muchas otras son ficción por la mala situación económica actual.

En bonanza nadie quería ciertos trabajos, por tanto traíamos mano de obra barata, a la que intentábamos mal-pagar. Una vez aquí se convirtieron el los artífices del superávit de la seguridad social, si señores, gracias a esos inmigrantes que cotizaban a la seguridad social, se llenaron las arcas del Estado. Al igual que aumentaron el nivel de natalidad de este país. Ahora esa mano de obra se ha convertido en parásitos que nadie acepta, que todo el mundo quiere echar a patadas. Unas veces por miedo a la religión que profesan, atacados por sus costumbres y ropajes, otras simplemente porque nos quitan el trabajo (cuando se sabe estadísticamente que el porcentaje de paro entre los inmigrantes es casi del 50%. Esto es, han sido los primeros en ser despedidos). Otras porque van mucho a la seguridad social, cuando se ha demostrado que los inmigrantes acuden un 60% menos que los nacionales. Cualquier excusa es buena para culparlos de algo.

La miseria humana no tiene límites, al igual que la estupidez. Inversamente proporcional a la memoria, que parece que algunos han olvidado rápidamente nuestra historia reciente de migración a otros países en busca de una vida digna.

No hay comentarios:

Publicar un comentario